Cuando volvieron a casa, como la cena no estaba aún servida, Cristiana rogó de nuevo al Sr. Intérprete que les enseñase o dijese otras cosas provechosas. Y el buen señor empezó sin dilación una serie de dichos o refranes sentenciosos: “Cuanto más gorda es la puerca, más deseos tiene de revolcarse en el cieno; cuanto más engordado el buey, más alegremente
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